El proyecto Viking de la NASA fue el primero que consiguió tomar muestras de tierra en la superficie de otro planeta. La misión estaba compuesta por un orbitador y un aterrizador, que fueron proyectadas al espacio en diferentes fechas: El Viking I se lanzó el 20 de agosto de 1975 y veinte días después se puso en orbita al Viking II, ambas a bordo de un cohete Titán. La pareja de vehículos de la sonda se dividieron programadamente una vez llegados a la órbita de Marte, permitiendo que la sección de aterrizaje ingresara y descendiera por la atmósfera, instalándose y permaneciendo 90 días en sus posiciones en el lugar del territorio marciano establecido por los científicos a cargo del estudio.
Las misiones enviadas al planeta Marte, no poseían tripulantes y estaban diseñadas para fotografiar la superficie desde la órbita del planeta, además de recolectar muestras que permitieran un posterior estudio científico del astro. Los módulos de aterrizaje llevaron a cabo tres experimentos, con el fin de averiguar la existencia de cualquier signo de vida en el planeta, fue así como descubrieron una inesperada actividad química, pero lamentablemente no lograron dilucidar la existencia de microorganismos en Marte.
En general, la opinión de los científicos sostenía que Marte era un planeta autoesterilizante, ya que la combinación de la radiación solar ultravioleta que satura la superficie, la sequedad extrema del suelo y la naturaleza oxidante de la química propia serían más que suficientes para evitar la formación de organismos vivientes. Aún así, hubo algunos expertos en la materia que teorizaron contrariamente sobre el tema, como Joop Houtkooper de la Universidad de Giessen en Alemania, quien planteó que la seca y helada superficie de Marte podría ser el hogar de microbios cuyas células estuviesen llenas de una mezcla de peróxido de hidrógeno y agua.
Aunque nunca se logró llegar a un acuerdo unánime por parte de la comunidad científica, en cuanto a la existencia de vida en Marte, de todos modos la misión Viking fue considerada un éxito, pues aportó la mayoría de la información de la que se dispuso sobre el cuerpo celeste hasta fines de la década de 1990.
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