Quizás esto fue lo que pensaron los japoneses en el año 2007 al lanzar la misión Kaguya, con el fin de recabar información específica y captar las mejores imágenes posibles del cuerpo celeste.
La sonda espacial Kaguya lanzada por la agencia espacial japonesa JAXA, el 14 de Septiembre de 2007, desde el Centro Espacial de Tanegashima logró enviar las primeras imágenes prácticamente un mes después de su despegue.
La misión fue considerada como la más importante desde el proyecto Apolo, ya que es una de las naves más sofisticadas que se han lanzado hacia la Luna; estaba compuesta por un orbitador principal y dos pequeños subsatélites. Llevaba a bordo 14 instrumentos científicos que recogieron datos de la superficie lunar y proporcionaron fotografías y vídeos en alta resolución.
Sus objetivos generales eran la elaboración de mapas de la fuerza gravitatoria y de la distribución de minerales de nuestro satélite natural, así como también que localizara depósitos de agua helada en la superficie, en el caso de que existieran. Conjuntamente con eso logró, en sus casi dos años en el espacio, realizar una espectacular filmación de un eclipse en órbita lunar.
Los responsables de la misión escogieron el nombre de la sonda aduciendo a una antigua leyenda japonesa. Kaguya es el nombre de una princesa que provenía de la Luna que nació dentro de un tronco de bambú para satisfacer la necesidad filial de una pareja de ancianos que ya no podían tener hijos, pero que finalmente debe volver a su lugar de origen. Los científicos optaron por este nombre sabiendo que su artefacto finalmente tendría un choque programado en la superficie lunar.
La sonda Kaguya no es la primera que terminó su vida útil con sus restos esparcidos sobre la superficie del satélite de la Tierra. Existen dos ejemplos anteriores: la sonda espacial Smart-1, de la Agencia Europea del Espacio (ESA), y la sonda China Chang’e, de la Agencia Espacial China, ambas terminaron sus viajes con un choque controlado en esa zona.
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