Los dos puntos de importancia para la supervivencia del sistema planetario solar se hallan en su centro mismo, es decir, en el Sol y también mucho más allá de Plutón al borde del sistema.
En el Sol es donde se generan los vientos solares que son en definición considerables emanaciones de plasma compuestas químicamente igual que a la corona del Sol. A su paso por la órbita terrestre lleva una velocidad aproximada de 450 kilómetros por segundo y pueden afectar nuestras sondas espaciales y satélites de diverso índole.
La manifestación visible del viento solar en el planeta Tierra son las auroras boreales y australes, producidas cuando las partículas del viento solar son atrapadas por el campo magnético terrestre y chocan con nuestra atmósfera. Fenómenos similares ocurren en otros planetas del sistema que poseen atmósferas parecidas a la nuestra. Luego el viento solar sigue su recorrido sin relevancia alguna hasta llegar a los confines del sistema, donde posee un papel preponderante en la defensa de los rayos cósmicos generados por los agujeros negros y supernovas.
Para explicar el mecanismo de defensa del viento solar, primero es necesario explicar que el sistema planetario solar se encuentra dentro de una gran burbuja de gas llamada heliosfera y es precisamente el viento solar el que se encarga de inflar esta burbuja que nos protege y aísla de los rayos cósmicos.
La sonda espacial Voyager 1 lanzada en el año 1977, ya se encuentra en esta zona y dentro de unos años se encontrará fuera de la heliofunda -membrana exterior de la heliosfera- permitiendo adquirir mayores conocimientos de nuestro universo. Sin la existencia del viento solar no podría ser posible la heliofunda y por consiguiente las naves espaciales y la exploración del universo por parte de la raza humana sería imposible.
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