El mundo occidental durante la Edad Media estuvo condicionado por el Oscurantismo impuesto por la Iglesia Católica y la Santa Inquisición.
Fue durante esta época en la que surgieron verdaderos genios de las ciencias, los que fueron juzgados y muchas veces castigados por sus ansias de conocimiento.
En el 1564, el mismo año del nacimiento de William Shakespeare y muerte de Juan Calvino, ve la luz por primera vez el astrónomo, matemático, filósofo y físico italiano Galileo Galilei.
El amor por las ciencias lo heredó de su padre Vincenzo Galilei y luego lo reafirmó con la ayuda de Ostilio Ricci, quien gustaba de unir la teoría y la práctica, actitud contraria en aquellos tiempos. A pesar que su padre lo veía como un futuro médico, Galileo se orientó por la matemática, que dicho sea de paso era la profesión de su padre. Ya inscrito en la Universidad de Pisa, se interesa por el trabajo de Euclides, Pitágoras, Platón y Arquímides, dándole la espalda a la establecida postura aristotélica. Este hecho le causaría muchos problemas en el futuro.
La vida de Galileo tiene un antes y un después del telescopio, sin embargo antes de sus trabajos en la mejora de este instrumento realizó importantes estudios y descubrimientos. Algunos de estos son: el descubrimiento de la ley del movimiento uniformemente acelerado, la publicación de su “Dialogo de Cecco di Ronchitti in Perpuosito de la Stella Nova -referente a sus observaciones de una nova-, la prueba de su bomba de agua en un jardín de Padua, entre otros.
El año 1609 trabaja en mejorar un telescopio holandés del que se entera por Jacques Badovere. Lo que consigue es aumentar su potencia en 6 veces y con mayor nitidez. Posteriormente, construiría mejores telescopios de mayor alcance. Sus observaciones le llevan a descubrir las manchas solares, los anillos de Saturno y algunos satélites de Júpiter, este último hecho le llevaría a pensar que la teoría geocéntrica era errónea. Al publicar sus descubrimientos se ganaría muchos enemigos y una condena que debió pagar recluido en su casa hasta sus últimos días. La historia se encargaría de reivindicarlo.
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