Son muchas las expediciones que se han mandado al espacio llegando a la Luna, Marte, Júpiter, Saturno, entre otros territorios. Llegar a nuestro sol es, por lo pronto y con nuestro nivel de tecnología actual, poco probable. No obstante su estudio resulta muy importante para entender cómo afecta a nuestro medio ambiente y más aún ahora en los tiempos del calentamiento global.
Un fenómeno muy usual de nuestro Sol son las llamadas manchas solares, que se describe como una zona del sol con temperaturas más bajas en relación con la temperatura usual. Estas manchas se caracterizan por poseer una gran actividad magnética y miden hasta 12 mil kilómetros, es decir, la misma longitud que tiene el diámetro de la Tierra.
Por su temperatura, color y otras características, podemos diferenciar dos zonas en una mancha solar: una llamada umbra y otra penumbra. La primera es la zona más oscura y presenta una temperatura de 4000 K. La penumbra suele ser de color más claro y temperaturas más elevadas: 5600 K. Hablar de una zona oscura dentro una mancha solar es relativo, ya que si esta fuera del tamaño de la Tierra produciría un brillo con cincuenta veces más potencia que la Luna llena.
La existencia de estas manchas solares ya han sido registradas desde hace mucho tiempo. Los primeros en hacer referencia a esto, fueron los astrónomos chinos aproximadamente en el año 28 antes de Cristo. Luego, científicos como Fabricius y Galileo se interesarían por su estudio. En la actualidad su investigación ha permitido conocer el período de rotación del Sol y poder clasificarlas en sencillas, dobles y complejas. La aparición y desaparición de las manchas se da en unos cuantos meses, y cambian en número cada 11 años, en un período conocido como ciclo solar.
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