La antigua Grecia fue cuna de grandes filósofos, científicos y astrónomos, ya que como civilización otorgaron mucha importancia al estudio de las ciencias y las artes.
Por esto no debería extrañarnos que el primer defensor de la teoría heliocéntrica haya nacido en esas tierras, en la isla de Samos, aunque actualmente pocos son los conocen su mérito.
Aristarco de Samos nació en el 310 a.c, contemporáneo de Euclides, el matemático griego y padre de la geometría. Este astrónomo nunca alcanzó el reconocimiento que se merece por haber descubierto la teoría heliocéntrica y por ser el primero en estudiar las distancias entre la Tierra, la Luna y el Sol. Los historiadores creen que esto se debe a la ausencia de la mayoría de sus escritos, que pueden haber sucumbido a uno de los varios incendios sucedidos en la biblioteca de Alejandría, y por la oposición que forjaron los adeptos a la teoría geocéntrica de la época.
Por aquel entonces se creía en un sistema en que la Tierra era el centro del universo y los planetas, el Sol, la Luna y las estrellas se encontraban en esferas fijas que giraban entorno a ésta. Es por ello que la teoría heliocéntrica de Aristarco produjo que se lo considerase un sacrílego y fue sólo en el 1500, cuando Copérnico retoma los estudios del astrónomo griego, que la teoría logra tener vigor.
Otro de los brillantes trabajos de Aristarco fue la medición de las distancias de la Tierra a la Luna y al Sol y a pesar de que no lograron ser exactas, pues estimó erróneamente que el Sol estaba 20 veces más lejos que la Luna cuando actualmente sabemos que se encuentra 390 veces más alejado, fue capaz de calcular su proporción.
Su idea estaba basada en la observación de las fases y los eclipses lunares, y utilizando la trigonometría midió el triángulo que formaba el Sol y la Luna cuando ésta última se encontraba en Cuarto Creciente. Además, perfeccionó la teoría de la rotación de la Tierra sobre su propio eje, deduciendo que la órbita se encuentra inclinada, y explicó el ciclo de las estaciones.
De esta manera, conocimos el gran aporte que ha significado para la ciencia actual los estudios de Aristarco de Samos, un hábil geómetra que lamentablemente nació en la época equivocada, costándole el reconocimiento que nunca pudo obtener.
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