Se les conoce especialmente por su mitología compleja, sus leyendas contienen conocimientos astronómicos que, según los entendidos, de ninguna forma pudieron haber obtenido por sí mismos. Además se destacan por sus danzas de máscaras, las que tienen más de 450 años de antigüedad y donde se aprecia sin duda alguna el sistema de Sirio, incluso con mención a sus órbitas y tiempos de rotación.
Los estudios cósmicos de los dogones asombraron, en la primera mitad del siglo veinte, a los antropólogos franceses Germaine Dieterlen y Marcel Griaule. Este último, después de haber vivido varios años con la tribu, publicó en 1950, en conjunto con su colega, un artículo en el que sostenían que los mitos dogones acerca de la creación del mundo giraban alrededor de Sirio y de su estrella compañera. El gran enigma que se plantearon era cómo podía haber llegado una cultura precientífica, sin telescopio ni instrumentos sofisticados, a conocer tan perfectamente a esa estrella que no es distinguible a simple vista.
La sabiduría de este pueblo, misteriosamente tan avanzada, contiene datos precisos y detallados sobre el sistema solar, que en muchos casos sólo han entrado a formar parte de la astronomía moderna muy recientemente: describieron tempranamente a la Luna como seca y estéril, poseían certeros conocimientos sobre el planeta Júpiter, al que llaman Dana Tolo. Sabían de la existencia de los anillos de Saturno, describieron a la Vía Láctea como una galaxia espiral formada por millones de estrellas, y creían que los planetas describen órbitas elípticas alrededor del Sol.
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